Edificios resilientes ante desastres

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La naturaleza no siempre juega limpio en este mundo, la arquitectura e ingeniería tienen una responsabilidad que se involucra más allá de la estética o funcionalidad. La palabra resiliencia ha cobrado fuerza en estos últimos años y aplicada en la construcción, se trata de la diferencia entre la vida y la muerte, entre perderlo todo y seguir en pie.

 

¿Qué significa que un edificio sea resiliente?

Dentro de este sector no solo significa que la edificación aguante, significa es que esté preparado y anticipado a lo peor y aún así se mantenga en pie. Un edificio resiliente es aquel que es resistente a un terremoto, una inundación o un huracán, es decir, a catástrofes naturales.

Es más: incluso si se ve afectado por alguno de estos, su diseño debe de estar pensado para que su recuperación sea rápida y segura. En otras palabras, también debe de adaptarse y recuperarse.

 

La importancia de conocer el entorno 

No todos los terrenos son iguales, ni todas las catástrofes tienen el mismo nivel de consecuencias. Por eso, el primer paso para una construcción resiliente es el estudio del entorno. ¿Está el edificio en una zona sísmica? ¿Cerca de un río que puede desbordarse? ¿En un área propensa a incendios forestales? Cada una de estas condiciones implica un enfoque constructivo diferente.

Por ejemplo, en zonas de actividad sísmica, se busca el uso de estructuras flexibles como son el acero o el hormigón armado con sistemas de aislamiento sísmico para así reducir notablemente los daños. En áreas expuestas a ciclones, los techos deben ser diseñados para no salir volando y las ventanas deben reforzarse para no convertirse en  un material peligroso.

 

Materiales y tecnología que salvan vidas 

En la actualidad, la tecnología es aliada clave. Sensores inteligentes que detectan movimientos inusuales, sistemas de drenaje para evitar inundaciones, materiales ignífugos para evitar la propagación del fuego en caso de incendio. Como estos ejemplos, existen muchos más de situaciones que pueden ocurrir y esto se pueden evitar sin un coste exuberante si se planifica desde el principio. 

También están cobrando protagonismo los materiales sostenibles y locales, que además de conseguir la reducción de huella ecológica en la construcción se adaptan mejor al entorno natural. 

 

Un enfoque humano y social 

Construir edificios resilientes no se trata únicamente de un asunto técnico, es también una cuestión ética y social. Las poblaciones más vulnerables viven en construcciones precarias, muchas veces ilegales o mal diseñadas. Integrar la resiliencia en políticas públicas de urbanismo y viviendas es, por tanto, un acto de justicia social. 

La construcción resiliente no es una moda ni un lujo futurista. Es una necesidad urgente y, sobre todo, una inversión inteligente. Porque los desastres naturales no avisan, pero un buen edificio sí responde. Y cuando la tierra tiembla, el viento sopla o el agua sube, lo importante no es que la fachada sea bonita, sino que la vida que hay dentro esté protegida.

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